Definir el término espiritualidad en pleno siglo XXI es una tarea complicada debido a la influencia de conceptos orientales que, actualmente, se mezclan con las ideas de la -ya antigua- Nueva Era. Esto resulta en definiciones muy distantes de aquello que la Biblia dice sobre su significado.

Hoy en día, una cantidad significativa de familias siente que perdió de vista el significado del término, y también su práctica. El resultado es poco alentador, porque las está llevando a perder el foco de sus prioridades: relaciones con Dios, en el plano vertical; y con su entorno familiar, en la dimensión horizontal.

Definiendo la espiritualidad

Muchos autores definen la “espiritualidad” como algo etéreo, místico o, incluso, desde la perspectiva de la psicología de la religión, como un concepto con raíces cognitivas y de comportamiento.

Para algunos es una expresión popular y más profunda que la religión, transformándose en algo más relevante, personal y mucho más universal (Harold Koenig, The Healing Power of Faith [El poder sanador de la fe] [Nueva York: Touchstone, 2001]). Para otros, no es solo una parte de la vida, sino que es la propia vida. Vida que vino dotada de espiritualidad y que, debido a su condición de totalidad, no puede ser separada de su corporeidad (Alirio Cáceres, “Espiritualidad, hoy: Una mirada histórica, antropológica y bíblica”, Theològica Xaveriana, 166, pp. 381-408).

Un autor cristiano contemporáneo menciona que la espiritualidad es el resultado de la obra interior del Espíritu Santo. Cuando esto acontece, nuestras acciones, planes e intenciones son teñidos por el amor, por la esperanza y por la fe en un Dios triuno (1 Juan 4:8-16).

Elena de White dice que la espiritualidad es el resultado de un encuentro dramático entre Dios y el hombre(Elena de White, Mensajes selectos [Buenos Aires: ACES, 1905], t. 2), que resulta en santidad, dignidad y esperanza, entre otras cosas (Elena de White, Historia de la redención [Buenos Aires: ACES, 1903]).

Aquellos de nosotros que elegimos una perspectiva bíblica descubrimos que la espiritualidad se transforma en la búsqueda constante y sentida del hombre en dirección a Dios. Es una especie de sed interior que solo es satisfecha en su presencia (Sal. 42:1,2), y que tiene su reflejo en un Dios que también busca relacionarse con sus hijos (Ose. 11:8).

Descubrimientos

Es interesante destacar que la psicología moderna descubrió que la espiritualidad es, actualmente, la cualidad número uno para superar los efectos postraumáticos de intervenciones quirúrgicas, como así también otros problemas de salud. Por otro lado, la ciencia médica acepta la realidad del surgimiento de varios estudios de campo que destacan los efectos altamente terapéuticos de la fe en pacientes con diagnóstico reservado (Japcy Quiceno y Stefano Vinaccia, “La salud en el marco de la psicología de la religión y la espiritualidad”, Diversitas, 7,2, 2009, pp. 205-213).

En párrafos anteriores dijimos que el desvanecimiento del término espiritualidad ha minado los fundamentos del hogar. Al mismo tiempo, coloca en jaque a los valores familiares y también algunas de sus tradiciones. Un ejemplo claro de esta realidad es la desaparición sutil y paulatina de las tradiciones espirituales de los hogares, tales como sentarse juntos a la mesa para orar agradeciendo las bendiciones del alimento, por ejemplo, y pidiendo una bendición; el culto familiar matutino y vespertino; el ayuno; las noches de vigilia y la asistencia de la familia a la iglesia, entre otras.

¿Dónde quedaron los valores familiares espirituales? ¿A dónde se fueron? O, tal vez, conviene preguntar: ¿En qué proceso de desgaste están en los días de hoy? ¿Se propusieron maneras innovadoras y actuales que hagan atrayentes las prácticas espirituales sin que pierdan su esencia original? ¿Por qué estas perdieron su fuerza en este siglo XXI? Estas son preguntas que deben recibir respuestas en los hogares, no en las instancias administrativas o en las esferas teológicas. El motivo es simple: ellas provienen del hogar; una institución creada por Dios, la cual se convierte en una fuente adecuada de informaciones.

Si, al leer este artículo, comienzas a evaluar lo que ocurre en tu familia, es bueno que consideres lo que diversos estudios de campo muestran sobre la relación positiva que existe entre la espiritualidad y sus efectos en el bienestar psicológico, en la realización personal, en la satisfacción conyugal, en la identidad interior (Belex Mamami Quispe, Bienestar psicológico, satisfacción familiar y espiritualidad en estudiantes de una universidad privada de Lima Este [Tesis de Licenciatura: Universidad Peruana Unión, 2019]), en la alegría de vivir, etc. Son herramientas con las que es posible enfrentar los desafíos propios de la vida.

Más descubrimientos

Actualmente, los especialistas en ciencias de la familia observan detalladamente el alto impacto que la espiritualidad ejerce en los contextos social, familiar y laboral.

Tomando en consideración que el sistema doméstico afecta a sí mismo de manera positiva o negativa, consideramos algunos beneficios que proporcionan altos niveles de espiritualidad en nuestro hogar. Uno de los más importantes es que ofrece apoyo familiar, ya que:

  • Brinda una cálida cobertura para la protección individual y familiar contra el efecto corrosivo del individualismo actual.
  • Acelera los procesos de fortalecimiento de las redes intrafamiliares.
  • Es una fuente constante de sustento y apoyo para enfrentar los momentos imprevisibles de cambios en cada etapa familiar (Nicolás Rodríguez, “Impacto de la espiritualidad en salud mental. Una propuesta de estrategia de atención comunitaria de salud mental en colaboradores con grupos religiosos locales”, Psiquiatría Universitaria, 7,2, 2011, 205-2013).

Por otro lado, la espiritualidad satisface las necesidades sentidas por las personas, como, por ejemplo:

  • La necesidad de encontrarle un sentido a la vida.
  • La necesidad de esperanza o de voluntad de vivir.
  • La necesidad de creer, de tener fe en sí mismo, en los otros y, sobre todo, en Dios. (Kees Waaijman, Espiritualidad, formas, fundamentos y métodos [Salamanca: Sígueme, 2011]).
  • La espiritualidad es una especie de intercomunicador entre el ambiente interior y el mundo exterior de cada persona, dando coherencia a sus motivos y a sus actos.
  • Es el centro del hogar; un lugar en el que las enseñanzas de la fe, las creencias y la devoción a Dios se hacen reales.
  • El impacto de la espiritualidad sobre el matrimonio es fundamental, pues una fe basada en creencias espirituales hace que la relación entre los cónyuges sea más cercana y más significativa.
  • Es fuente constante de desarrollo armonioso del carácter de la persona.

Beneficios de una relación significativa con Dios

Cuando cultivamos diariamente una relación significativa con Dios, los beneficios de esta relación y el acto de priorizarlo aparecen sutilmente. Así, construyen el fundamento ético y moral que guía a la familia. Esa relación les transmite fe y esperanza a nuestros hijos, y les enseña a confiar en Dios. Produce unidad familiar a través de tradiciones familiares espirituales que serán recordadas incluso cuando alguno de los miembros de la familia no esté más en la casa. Finalmente, sus miembros aprenden a recurrir a Dios cuando surgen las crisis.

Haz de la espiritualidad una prioridad en tu hogar. Que la manifestación externa de ella sea la revisión, la actualización y la práctica de las tradiciones familiares espirituales olvidadas en la casa. Retócalas, sin que pierdan su identidad original y su sabor de vida. Y haz una realidad palpable en tu hogar las palabras del profeta, cuando dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deut. 6:5-7).