En el contexto del gran conflicto cósmico, Lucifer cuestionó el carácter de Dios en dos aspectos: la obediencia a la Ley de Dios y la adoración. En cuanto a la obediencia presentó a Dios como un ser injusto, al dar leyes que limitaban la libertad de sus criaturas. En cuanto a la adoración presentó a Dios como un ser indigno de ser adorado, por lo que Lucifer le disputó a Dios la facultad de ser adorado aludiendo que como querubín perfecto él también debía ser adorado.

Un mensaje de esperanza

El último mensaje de Dios al mundo y específicamente a cada una de las familias de los últimos días es realmente un mensaje de esperanza. El imperativo es a “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Ap 14:6-7).

Definición de adoración

El termino adoración aparece 101 veces en el AT y significa “inclinarse profundamente”, “postrarse en tierra” (Gn 18:2). Gesto para expresar “respeto” o “reverencia a un superior”, “adoración a la divinidad”.1

La Familia como centro de adoración

Desde Abel hasta Juan el Bautista el mundo estuvo polarizado entre los hijos de Dios y los hijos de los hombres; siendo la diferencia radical entre ambos la manera en que adoraron.
Los hijos de Dios se caracterizaron porque donde iban siempre levantaban un altar donde adorar a Jehová (Gn. 8:20; 12:7; 22:28; 26:24-25; 28:18-19). El hogar se convirtió para las familias de los hijos de Dios en un centro de adoración.

El hogar de Jesús no fue la excepción. José y, especialmente, María como padres judíos tomaron muy en serio su responsabilidad de inculcarle al niño Jesús en sus primeros años que Dios es digno de ser adorado.

Hablando especialmente de María, Elena White declaró lo siguiente: “Su madre fue su primera maestra humana. De labios de ella y de los rollos de los profetas, aprendió las cosas celestiales. Las mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisés, le fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre”.2

Fue, por tanto, en el seno de la familia donde Jesús aprendió a reverenciar a su Padre celestial, al punto que a los doce años ya sorprendía a los doctores de la ley en el templo con su conocimiento de las Escrituras, aprendidas en las rodillas de su madre.

Cada hogar hoy en día debería ser de adoración y esperanza

Incumbe hoy en día a cada madre y padre cristiano asumir con responsabilidad el imperativo de enseñarles a sus hijos el último mensaje que Dios ha declarado al mundo: “adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. (Ap. 14:7).

“Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a Dios deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establezcan . . . Los padres y las madres deberían elevar sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y alabanza”.3

“Si hubo un tiempo en el que cada casa debiera ser una casa de oración, es ahora”.4

Al hablar de sugerencias para el culto familiar recomendamos que debe ser corto, dependiendo de la edad de los hijos. Un culto sencillo, adaptado a las necesidades, placentero, gozoso e interesante, variado. Este debe incluir la lectura de una porción de la Biblia, tiempo para orar unos por otros y alabanzas. Escoja siempre la misma hora y un lugar especial. Procure que todos los miembros de la familia sean fortalecidos en la bendita esperanza de la protección continua de Dios. Recuérdeles que la reverencia ante Dios, es muy importante. Culmine enfatizando las lecciones a ser aprendidas para ese día.

En conclusión, es en el hogar donde los niños aprenden a adorar a Dios y a ser fortalecidos en la bendita esperanza, cuando los padres se reúnen cada día para alabar a Dios y darle gracias, en oraciones de confesión y arrepentimiento, en la lectura reflexiva de porciones de la Biblia y en humillación reverente delante de Dios.

Siendo que el gran conflicto cósmico es el tema de la adoración, el último mensaje de esperanza para cada familia es “adorad al que hizo el cielo, la tierra, el mar y las fuentes de la aguas” (Éxodo 20:11).

 

Dr. Segundo Azo es pastor y docente de la Facultad de Teología de la Universidad Peruana Unión.

 

Referencias

1. Luis Alonso Shokel, Diccionario Bíblico Hebreo-Español (Madrid: Editorial Trotta, 1999), 755, 756.
2. Ibíd., 50.
3. White, Patriarcas y profetas, 140.
4. Elena G. de White. Conducción del niño (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1986), 489.