La salud es un estado de equilibrio, de bienestar, entre las diferentes dimensiones de la vida humana: física, mental y espiritual. Esas dimensiones constituyen los diferentes aspectos por medio de los cuales nosotros interactuamos con el mundo. Así, en la visión de salud integral, u holística, comprendemos que la interrelación entre cuerpo, mente y espíritu resulta en nuestra experiencia de vida. De esa forma, todo lo que hacemos interactúa en una reacción compleja para resultar en nuestra salud, que en última instancia es consecuencia directa de nuestro estilo de vida. Por eso, la Iglesia Adventista promueve un estilo de vida saludable por medio de los ocho remedios naturales de Dios, de manera más sencilla y natural posible para fortalecer el cuerpo, renovar la mente y santificar el espíritu.
Sin embargo, nuestro gran desafío es rescatar ese verdadero mensaje de salud, pues muchas personas construyeron un concepto equivocado, asociando salud con restricciones, prohibiciones, tristeza, críticas y antipatía. Necesitamos entender que no es así. La salud, por ejemplo, no es comida, sino un estilo de vida que también incluye la alimentación. Usted puede comer muy bien, divertirse, ser una persona feliz y agradable, dormir bien, estar dispuesto, y todo eso manteniendo una excelente salud. Por lo tanto, no es necesario que comamos mal, comidas sin sabor y nada atractivas para ser saludables: eso también es un engaño de Satanás.

Así, desgraciadamente, lo que existe hoy es una gran distorsión, donde todos recibimos todo el tiempo, un bombardeo de los medios de comunicación con una avalancha de mensajes que cambian lo correcto por lo incorrecto, los hábitos buenos por los malos, lo saludable por lo dañino, y para muchos cuidar de la salud no parece algo tan atractivo, incluso hay una creencia diseminada de que “todo lo que nos gusta hace mal”.
Por eso, lo más importante es conocer el verdadero sentido del mensaje de salud de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: salud es una experiencia personal y única de santificación, que de manera gradual restaura en el hombre la imagen y semejanza de Dios, tal como en la creación, aunque limitados por el pecado. Cuando entendemos eso, nuestros ojos se abren de tal manera que comenzamos a comprender todos los aspectos de nuestra vida de manera diferente, tridimensional e integral: cuerpo, mente y espíritu. Así, permitimos que Dios obre en nosotros tanto el querer como el hacer (Filipenses 2:13), para que comprobemos cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2).

Entonces, el primer paso para una buena salud es entender el concepto de que nuestra salud es el reflejo de nuestros hábitos y que nuestros hábitos son el reflejo de nuestra mente; así, si usamos nuestro tiempo para llenar la mente con cosas buenas, tendremos hábitos buenos (Proverbios 23:7), y para cada hábito bueno que cultivamos ganaremos fuerza e interés para más hábitos saludables y la construcción de una buena salud: física, mental y espiritual. Pero, desgraciadamente, lo contrario también es verdad.
Entonces, cultivar hábitos buenos es esencial para ser una familia saludable y así disfrutar de una relación familiar mucho más enriquecedora.

Marcello Niek es médico y asesor estratégico en gestión de clínica hospitalaria.