La vida es una escuela en la que aprendemos por aciertos y errores. Cuando somos jóvenes, creemos que sabemos todo. Después de madurar, descubrimos que no sabíamos lo que creíamos que sabíamos. Acertamos y nos equivocamos por ignorancia consciente. Entonces reconocemos (felices los que lo admiten) que Dios ha sido misericordioso, que su paciencia ha sido enorme, que su amor no tiene límites y que durante todo el proceso Dios ha sido bueno; que sus misericordias se renuevan cada mañana y que duran para siempre.
La mayoría de las personas no planea los hijos. Estos simplemente aparecen y es ahí cuando descubrimos que cada uno de esos hijos ha sido una oportunidad de crecimiento.
Educar hijos es una aventura. Es un aprendizaje práctico para el cual no hemos sido preparados. Nos embarcamos en la canoa y nos ponemos a remar como podemos, luchando para sobrevivir a los desafíos.
Cuando los hijos crecen, así como nosotros, se enamoran, se casan, y traen a la familia una nuera o un yerno, a los que muchas veces se los llama “agregados”, de manera peyorativa. Y allí nos convertimos en suegros y suegras. Entramos en otra fase de la vida y en esta fase quiero concentrarme ahora.
MI EXPERIENCIA
Existen varias maneras de tratar este tema. Sin embargo, elegí compartir un poco de lo que he aprendido.
Mi esposa y yo tenemos dos nueras. Cuando las miro, puedo ver que son las mujeres que cada uno de mis hijos necesitaba.
Qué he aprendido como suegro: que no elegimos a las nueras y yernos. Nuestros hijos son quienes los eligen y nos corresponde aceptarlos. Y hay dos maneras de hacer eso: con los brazos abiertos o de cara larga.
Algunos padres no aceptan las elecciones de sus hijos y comienzan a tener una relación conflictiva, en la que tienen a su nuera o yerno atragantados. Y yo me pregunto: ¿por qué? Descarte esa opción, pues no resuelve nada. Al contrario, solo traerá conflictos.
Opte por la primera opción. Reciba a su yerno o nuera con los brazos abiertos. Haga que se sientan aceptados en su familia. Ámelos de verdad, como si fueran hijos adoptivos. Eso fue lo que hicimos mi esposa y yo. Nuestras nueras son las hijas que no tuvimos. A ellas les gusta estar en nuestra casa.
Aprendí como suegro, que no debo entrometerme en la vida de mis hijos. Ellos son adultos, y yo los eduqué para la vida, ahora debo permitir que vivan como deseé que vivieran. Eso no significa que deba alejarme de ellos. Simplemente que no debo meter la cuchara donde no me llamen. Si me piden opinión, les daré una opinión; sin expectativas de que acaten mi sugerencia. No tienen obligación de hacer lo que pienso.
He visto a muchos padres que entorpecen la vida conyugal de sus hijos porque perdieron la noción de los límites. Tratan a sus hijos adultos y casados como si aún fueran niños. Se entrometen donde no deberían. La regla es la distancia, filosofía del espectador.
Hace algún tiempo, una joven casada me contó que la suegra le había “invadido” el departamento. Así lo sentía ella. Su casa había sido invadida por la molesta de la suegra. ¿Saben lo que hizo esa suegra? Planchó toda la ropa del hijo y dejó sin planchar las de la nuera. También guardó las ropas del hijo en el guardarropa y lo ordenó. Ni hacen falta comentarios sobre las actitudes de esta suegra insana. Los hechos hablan por sí solos.
Permita que sus hijos vivan la vida que eligieron vivir. Sólo dé consejos cuando se los pidan. La regla es no entrometerse. Mantenga distancia, evite choques. Estos principios también se aplican a la educación de los nietos. Usted no es padre o madre de ella. Solo es el abuelo o la abuela. Colóquese en su lugar. Por eso, solo ayude cuando se lo pidan y no obstaculice el camino.
Ore por sus yernos y sus nueras
Aprendí que mis hijos y mis nueras son seres humanos como cualquier otro. Por eso, oro por ellos. Mi esposa y yo mencionamos sus nombres en nuestras oraciones diarias. Insistentemente le rogamos a Dios que los bendiga en todas las áreas de la vida. Oramos más preventivamente que correctivamente. No nos anticipamos en nuestras súplicas. Haga lo mismo por sus hijos, nueras y yernos. En la oración hay poder. Misterios que solo conoceremos en el cielo.
Hay otros detalles, pero me gustaría dejarles los que considero principios fundamentales para una convivencia saludable entre suegros, nueras y yernos. Son cosas sencillas que aprendí y que, por la gracia de Dios, mi esposa y yo hemos practicado.
• Acepte a sus nueras o yernos como hijos
• Respete los límites. No se meta donde no lo llaman.
• Ore insistente y preventivamente por ellos.
Hay personas que tienen miedo de la vejez. De hecho, no es nada animador perder la vitalidad, el prestigio y otros beneficios que teníamos cuando éramos jóvenes. Sin embargo, el envejecimiento para mí ha sido sinónimo de madurez. Es triste ver a personas grandes que actúan como adolescentes sin razón. Suegros y suegras que más que ayudar, entorpecen la vida de los hijos. Cuando los hijos están en necesidad, no pueden contar con ellos, porque demuestran en el día a día que no son confiables.
Pídale al Señor que lo ayude a ser suegro o suegra según el corazón de Dios. Eso hemos hecho mi esposa y yo. Y, por lo que parece, Dios ha escuchado nuestras oraciones. ¡Eso también puede sucederle a usted!
Jorge Mário es teólogo, profesor y, en la actualidad, secretario y director del Ministerio de la Familia de la Asociación Paulista Sudeste/UCB.