El cambio es algo difícil, de alguna manera nos afecta, ¿ya te diste cuenta? El cambio nos saca de la zona de confort y nos hace revisar lo que vamos a llevar con nosotros y lo que quedará, pero una cosa es cierta, siempre algo tiene que quedarse.

El pueblo de Israel fue llamado a salir de Egipto y seguir su Líder Moisés, pero en números 13:25-29 algo extraño sucede, doce espías, que habían experimentado los milagros de Dios en sus vidas entran en la ciudad de Jericó, para espiar la tierra, y después de 40 días vuelven a su pueblo con el tan esperado informe.

El informe de 10 de ellos decía que era prácticamente imposible que ellos entraran en la tierra prometida. Lo que no es lógico, pues, ese mismo pueblo ya había visto el mar abrirse, en el desierto tenía aire acondicionado en formato de nube y en la noche calefactor, sus ropas no envejecían y crecían junto con ellos, recibían comida del cielo, y sin contar otros milagros más. Es decir, para ellos lo imposible era perfectamente posible.

Los únicos sensatos fueron Josué y Caleb, que actuaron lógicamente (Números 13:30), pues, ellos creyeron en el Dios que había guiado al pueblo hasta allí.

Finalmente, el pueblo que salió de Egipto podía realizar su cambio, pero como siempre, había aquellos que sólo veían problemas, y no solución. En Números 14:1-4 está la prueba de que el pueblo de Israel no creía en Dios. Dentro de ese contexto, usted puede percibir que el problema está en la manera de pensar.

De un lado el pueblo de Israel pensando que Dios no quería su bien, y que él no era capaz de ayudarlos, incluso después de abrir el mar rojo. Imagina qué locura sería si ese pueblo hubiera ido a la tierra prometida, ¿representarían a Dios de la manera correcta?

Del otro lado encontramos a Josué y Caleb, dos jóvenes que estaban seguros de que Dios daría la victoria. Dos pensamientos opuestos. Hoy existen varios tipos de pensamientos de cómo las cosas deben ser, he escuchado varias veces a alguien diciendo que algo que no está de la manera como siempre fue, es porque está equivocado y que esa nueva manera de actuar o incluso de ver las cosas no va tener éxito.

Una cosa es cierta, el cambio es difícil porque afecta nuestra zona de confort. El pueblo de Israel estaba tan acomodado que no podía salir de su zona de confort. Ellos no pudieron abandonar las viejas costumbres, porque aún hablaban de cómo era bueno el Egipto.

Pero la lección aquí es clara, tan clara que Dios mismo lo resuelve de una manera muy simple. En Números 14:32-38 Dios espera la próxima generación para poder dar continuidad a su plan, Dios espera una generación que nunca vio un milagro, pero que al oír de sus padres creyó que sucedió.

Esto queda claro en el versículo 24. Caleb tuvo la condición de romper la barrera de la comodidad, de enfrentarse a lo nuevo, de avanzar en la causa de Dios. Y Dios esperó que toda generación se levantara con ese mismo espíritu.

Pensamientos como: “en mi época las cosas eran mejores”, “en mi tiempo podíamos jugar en la calle” y otros, pueden tener un fondo de verdad, pero el hoy puede ser extraordinario también, y un día quien es joven estará hablando la misma cosa, teniendo los mismos pensamientos nostálgicos.

El nuevo es extraño, y difícil de entender. Cada uno comprende su generación, y tiene la misión de alcanzar su generación. No se apegue al viejo (Egipto), esté abierto a nuevas ideas (Canaán). Predique para su generación, no sea influenciado por el Egipto hasta el punto de perder de vista la renovación del evangelio, permita que el espíritu santo sea el agente de cambio de su vida, pero, recuerde, los principios son innegociables. Aprenda con el pasado, y renueve el futuro.

 


Karl Heinz es pastor y profesor en el colegio adventista de Macapá, Brasil.