El otro día me senté frente al computador e hice una búsqueda de un pastor que conocí cuando era una niña. ¿Qué hará ahora? Me pregunté. De todos los pastores que conocí en mi niñez, él fue el único que hizo un gran impacto en mi vida.

Puedo recordar claramente uno de sus sermones (de los pocos que recuerdo de mis días en la iglesia durante mi niñez). Al pensar en ello, comencé a recordar a algunas personas que me impactaron mientras crecía.

Algunas de ellas aún son queridos amigos nuestros. Amigos a los cuales puedo acudir en cualquier momento y sé que me aconsejarán y me brindarán su amistad. Otros, por el contrario, probablemente tendría que esforzarme mucho para recordar cómo llegaron a cruzarse nuestras sendas.

Recuerdo a la esposa de un pastor que conocí cuando era una adolescente y pude ver de qué forma su amor y aceptación en nuestra familia de iglesia –que en cierta época fue considerada como “ultra conservadora”–, hicieron que cambiara totalmente mi percepción de lo que realmente significa ser cristiano. No tengo idea dónde podrá estar, probablemente ni se acuerde de mí­, pero el amor de Cristo que vi en ella tocó mi vida y su influencia permanece conmigo hasta el día de hoy.

Dejará Su Marca

Me emociona y me brinda tranquilidad el pensar acerca del impacto que podemos dejar en los demás. A veces nos damos cuenta pero en otras ocasiones jamás lo sabremos.

Uno de mis escritores favoritos compara  nuestra influencia con una piedra lanzada sobre un quieto lago. Las ondas de una pequeña piedra pueden extenderse hasta cubrir toda su superficie. Una palabra alentadora, la paciencia en medio de las dificultades, la disposición para ser realmente auténticos, el espíritu de amor y aceptación…

todo ello puede tocar una vida y, a partir de ese toque, un millón de personas más serán impresionadas. De la misma forma el espíritu negativo también dejará su marca en los demás.

shutterstock_289596209_ppAhora yo también tengo adolescentes en mi hogar y me alegro cuando otros se acercan a ellos con un interés genuino de ayudarlos, influyendo en sus vidas de manera positiva. Mientras miro a mi alrededor y veo a los jóvenes y a los no tan jóvenes cerca mío, me pregunto: “¿Qué impacto estoy haciendo en aquellos con los cuales interactúo a diario y con quienes solamente me cruzo e intercambio breves momentos?”

Oro para que mi influencia hacia los demás sea como las olas creadas en el lago, ¡y continúen por la eternidad!

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