La infancia es una fase de grandes descubrimientos, alegrías y desarrollo. Sin embargo, todo eso es robado cuando la violencia impera, aprovechándose de la fragilidad y de la inocencia de los niños, y llevándolos a coleccionar amargas memorias.

Por eso, los casos que son denunciados ante las autoridades necesitan de la intervención de órganos públicos competentes y, muchas veces, del trabajo complementario de algunas ONG (Organizaciones no gubernamentales) especializadas. Una de ellas es el Centro regional de atención a los maltratos en la infancia (Crami), localizado en la ciudad de Campinas, estado de San Pablo (Brasil), que atiende a unas 270 familias por año.

Los niños y las niñas abusados reciben el trato afectuoso de asistentes sociales, psicólogos y educadores, quienes también les dan soporte a los familiares para restaurar los vínculos. La duración del tratamiento varía entre uno y cinco años.

Otra entidad que comparte el mismo objetivo es el programa Dedica (Defensa de los derechos de los niños y los adolescentes), localizado en la ciudad de Curitiba, estado de Paraná, en el sur del Brasil. Establecida en 2004 por un equipo de médicos voluntarios, hoy la entidad está relacionada con la Asociación de amigos del Hospital de Clínicas de la Universidad Federal de Paraná. Ofrece atención diaria e interdisciplinaria para víctimas de violencia grave o gravísima, con el apoyo de psicólogos, psiquiatras, pediatras, asistentes sociales y otros especialistas.

La médica Luci Pfeiffer, creadora y coordinadora de la iniciativa, explica que los niños y adolescentes son dirigidos a un consultorio y son evaluados, así como sus familias, con la finalidad de diagnosticar el tipo de violencia y el nivel de gravedad.

Inmediatamente después, es determinado el tratamiento que será aplicado con la víctima y con el agresor. “Enmásdeun80%deloscasosque recibimos aquí, los agresores fueron víctimas de violencia gravísima en su infancia y no recibieron tratamiento adecuado. Nuestra mayor contribución es que esos niños, que hoy son víctimas, el día de mañana no lleguen a ser agresores también”, subraya.

En 2017, más del 93 % de los casos que pasaron por el equipo eran de violencia intrafamiliar, en la que el niño o la niña fueron rehenes de sus agresores. “De ese tipo de abuso atendemos desde la violencia psíquica hasta la sexual”, informa la pediatra.

NUEVA HISTORIA

Sin embargo, las memorias amargas pueden ser sustituidas por un ciclo de recomienzo. Como en el caso de Julia (nombre ficticio), que hace algunos años recibió el apoyo del programa Dedica. Durante mucho tiempo, su sufrimiento no fue denun- ciado, hasta que comenzó su tratamiento. En ese momento, la joven de 25 años tenía dos hijos: uno de 14 años y otro de 12; esto revela que tuvo a su primer bebé a los 11 años.

Su historia se hizo evidente cuando uno de sus hijos fue internado en el Hospital de Clínicas. En el momento de darle el alta, Julia comenzó a desesperarse y no paraba de llorar. La reacción de aquella madre llamó la atención de los médicos y solicitaron una evaluación. Así descubrieron que Julia había sido violada por su padrastro desde que tenía siete años.

Su desesperación era el pedido de ayuda de alguien que era esclavizado sexualmente, y con el consentimiento de su propia madre. Sin poder estudiar en la escuela, Julia no fue alfabetizada y sus hijos también sufrían violencia psíquica y física. Aunque sometidos a tamaña crueldad, ellos consiguieron reconstruir su vida con la ayuda del programa Dedica.

“Ese caso fue especial porque, desde la primera conversación que tuvimos, ella entendió toda la situación; y a partir de ese momento, hizo todas las denuncias que fueron posibles. Fue una historia muy emotiva para nosotros. Hoy ella tiene una vida digna”, resalta Luci Pfeiffer.

PREVENCIÓN NECESARIA

Por otro lado, hay entidades que invierten en medidas para evitar que el abuso ocurra. En el Perú, la ONG Save the Children [Salva a los niños], organización presente en más de 120

países, incluyendo Bolivia, actúa en tres frentes: eliminar la violencia con- tra niños y niñas, asegurar que estén matriculados en una escuela y garantizar que participen activamente en la sociedad. Uno de sus proyectos está relacionado con la prevención de los embarazos en la adolescencia. En otra región del territorio peruano, se hace énfasis en la prevención de la violencia sexual: se trabaja para que la población tome de conciencia de los riesgos que los niños y los adolescentes enfrentan, tanto en el mundo real como en el universo virtual.

“Trabajamos mucho con las familias y la comunidad. Nuestro objetivo es llegar a ellos antes de que el abuso sea cometido. En nuestra experiencia, si los adultos son informados sobre los riesgos de dejar a los niños solos durante todo el día o permitir su acceso a Internet sin hablarles de los riesgos que existen de que alguien los quiera seducir, eso minimiza los resultados negativos”, asegura María Villalobos, directora de la ONG Save the Children en el Perú.

La mayoría de los casos atendidos es de niños y adolescentes que no recibieron, en la escuela, la casa o la comunidad, orientación preventiva respecto del abuso sexual. Es a partir de ese perfil de potenciales víctimas que la entidad desarrolla metodologías de prevención.

“Independientemente del tipo de proyecto que realicemos, queremos que los niños tengan el protagonismo y conozcan sus derechos. Cuando no sabes cuáles son tus derechos, es más fácil que te pasen por encima o te manipulen. Sin embargo, si conoces tus derechos, tendrás herramientas para protegerte”, afirma la directora.

JÉSSICA GUIDOLIN es periodista. (Artículo escrito con la colaboración del periodista Deyler Vásquez.)

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