¿Tienes un matrimonio maravilloso con algunos momentos tristes o un matrimonio triste con algunos momentos maravillosos? Tu respuesta a esta pregunta revelará si tú te sientes conectado o desconectado de tu cónyuge. Esto también aplica a tu relación con tus hijos y con tus padres.

La mayoría de las parejas entran en el matrimonio esperando tener una vida magnífica. Entonces, ¿cuál es el motivo por el que tantos matrimonios pasan por sufrimiento en lugar de disfrutar del deleite que esperaban cuando se casaron?

Todos conocen familias que no saben dialogar. Los padres están perpetuamente peleando uno con el otro, y los hijos constantemente desprecian las instrucciones de los padres, haciendo lo que quieren y yendo a donde quieren ir. Sin embargo, el simple hecho de permanecer juntos año tras año, y de sobrevivir a un desorden incontestable, muestra un alto nivel de compromiso para con su relación. Para aquellos que observan desde afuera, parece muy doloroso y difícil de soportar.

Por otro lado, es simplemente magnífico ver familias en las que los miembros están comprometidos los unos con los otros y en las cuales la relación es modelo de alegría, paz, paciencia, bondad, compasión, gentileza, perdón, humildad y autocontrol. La realidad es que, aunque este segundo grupo de familias descrito parezca funcionar como una máquina bien lubricada, ellas enfrentan tantos desafíos como las familias que integran el primer grupo. La diferencia es que quienes integran las familias del segundo grupo se transforman en especialistas en esforzarse para luchar contra el estrés y los malos momentos de la vida diaria con humor, gracia y habilidad.

“Solo la presencia de Cristo puede hacer felices a hombres y mujeres. Cristo puede transformar todas las aguas comunes de la vida en vino celestial. El hogar viene a ser entonces un Edén de bienaventuranza; la familia, un hermoso símbolo de la familia celestial” (El hogar cristiano, p. 22).

Entonces, ¿cuál de las dos familias que describimos en las líneas anteriores te hace recordar a tu familia? Acostumbramos a decir que no hay matrimonios o familias perfectas porque no hay personas perfectas. Eso significa que cuando hablamos de tener un matrimonio que parece estar en armonía, no estamos intentando mostrar uno sin problemas. En lugar de eso, estamos describiendo a un equipo, de marido y mujer y de padres e hijos, que disfruta de un nivel elevado de satisfacción y estabilidad en sus relaciones.

Armonía en la familia

Un matrimonio que disfruta de altos niveles de intimidad se caracteriza por trabajar diligentemente para mantener la armonía. Eso solamente puede alcanzarse estando listos para corregir pequeños malentendidos antes de que ellos se transformen en cuestiones mayores y más difíciles de administrar. Es necesario comprometerse a ser paciente, bondadoso, comprensivo y perdonador.

Una familia conectada, donde todos hacen de todo para mantener la paz y la armonía, sin duda alguna está comprometida con Dios. Este tipo de familia comprende el mensaje de Mateo 5:16, donde se puede leer: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo”. Esas son personas comprometidas a predicar todos los días con sus vidas, como verdaderos discípulos de Jesucristo. Una familia que construye relaciones saludables para la eternidad se está preparando para la segunda venida de Jesús.

Motivación correcta

¿Cuál es la motivación para tener un matrimonio y una familia feliz? ¿Es solo para vivir una buena vida y disfrutar de paz en tu hogar aquí en la Tierra o está basada en un valor mucho mayor? Los matrimonios y las familias que invitan a Cristo para que esté en sus vidas durante todos los momentos del día comprenden que la presencia del Señor en el hogar es lo que les da la capacidad de disfrutar de la felicidad, la salud y una calidad de vida superior.

Muchos años atrás, Elena de White compartió el maravilloso concepto mencionado anteriormente: “Solo la presencia de Cristo puede hacer felices a hombres y mujeres. Cristo puede transformar todas las aguas comunes de la vida en vino celestial. El hogar viene a ser entonces un Edén de bienaventuranza; la familia, un hermoso símbolo de la familia celestial” (El hogar cristiano [Buenos Aires: ACES, 2013], p. 22).

Estamos casados hace más de treinta años. Nuestro matrimonio no siempre fue divertido ni perfecto. Sin embargo, desde el inicio de nuestra relación decidimos invitar a Jesús para que viviera con nosotros cada día. La presencia del Señor en nuestro hogar es lo que nos ha mantenido juntos todos estos años, a pesar de los esfuerzos del enemigo de Dios para destruir nuestra relación e intentar robar la paz y la armonía que deben existir entre nosotros. Cuando pensamos en la conexión emocional, espiritual, física e intelectual que experimentamos en nuestro matrimonio y que vivimos en nuestra familia no hay dudas de que esa experiencia extraordinaria y satisfactoria es conducida por la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Para que matrimonios y familias tengan una vida y una relación significativas a lo largo de muchos años, en primer lugar necesitan enfrentar los días uno a la vez. Y, aunque todo matrimonio naturalmente se moverá en dirección a un estado de alienación, toda pareja de esposos y toda familia pueden estar en armonía si, cada día, sus miembros son intencionales en cuanto a la conexión significativa de unos con otros, a través del poder y la gracia de Dios. Así se construyen relaciones saludables para la eternidad.

Para mantener una conexión significativa, los matrimonios y las familias deben escucharse con mucha atención los unos a los otros en cada momento. Es necesario comprender que amar significa concentrarse en lo que uno puede darle a su cónyuge y a los miembros de su familia, en lugar de pensar principalmente en lo que se puede recibir. Dando cada día nos transformamos en seres más semejantes a Dios. Al final de cuentas, el texto de Juan 3:16 declara con total transparencia: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito… ”.

Comunicación eficiente

Entonces, para construir relaciones saludables para la eternidad, necesitamos entender que la calidad de nuestra relación dependerá de la calidad de nuestra comunicación. Intentar cultivar un matrimonio y una familia fuertes sin una comunicación saludable es como intentar hacer jugo de naranja sin naranjas. Es simplemente imposible. Cuanto más saludable sea nuestra comunicación, más íntimas serán nuestras relaciones y mayor será la humildad que manifestaremos.

Cuando conversamos de manera paciente y bondadosa unos con otros estamos haciendo depósitos en nuestras cuentas bancarias emocionales. A propósito, todo el mundo tiene una cuenta bancaria emocional que funciona exactamente como una cuenta bancaria tradicional. Cuantos más depósitos hagamos, más dinero tendremos. Cuando hablamos bondadosamente con nuestro cónyuge, con nuestros hijos o con nuestros padres, estamos haciendo depósitos emocionales en las cuentas bancarias emocionales de nuestros seres queridos. Cuando somos impacientes y rudos con alguno de ellos, hacemos una extracción emocional de la cuenta bancaria de esa persona. Creo que entendiste la idea. Los resultados son obvios: cuantos más depósitos emocionales realicemos en la cuenta bancaria emocional uno del otro, más “monedas” tendremos en nuestras relaciones y estaremos construyendo más relaciones saludables para la eternidad.

Vamos a orar para que todos los miembros de la iglesia puedan disfrutar de este tipo de matrimonios y familias. Cuando esto ocurre, el verdadero motivo para buscar la felicidad en el matrimonio y en la familia se hace evidente para nosotros y para el mundo. Así, viviremos la verdadera creencia del evangelio, tal como lo declaró el Señor Jesús en Juan 13:35: “ De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”.

Ojalá podamos invitar a Jesús a que entre en nuestro hogar todos los días y, al hacerlo, que estemos empeñados en construir relaciones saludables para la eternidad, hasta el regreso de Jesús.