Hay una voz interior que desea gritar a los los responsables legales del niño o de la niña dan cuatro vientos, pero no puede. No sabe cómo hacerlo. Siente vergüenza. Siente culpa. Nadie la comprende. La violencia sexual infantil es una epidemia silenciosa, como todo abuso. Alguien manda, el otro escucha. Alguien ordena, el otro obedece. Alguien abusa, el otro es abusado. La historia puede tener diferentes versiones; sin embargo, las víctimas acostumbran ser las más débiles, como los niños.

De acuerdo con la psicóloga Andrea Regalado, profesora de la Universidad Adventista del Plata, en Entre Ríos (Argentina), “el abuso sexual infantil es el resultado de la conjunción de una serie de factores. No hay un solo factor causal. Por eso, la mejor herramienta es la prevención. Desde pequeños, respetando la madurez de cada niño, se debe hablar con ellos sobre sexualidad”.

ATENCIÓN CONSTANTE

El hecho es que la violencia sexual infantil también está golpeando la puerta de las escuelas. A lo largo de varios años de jornada académica, es en el ambiente escolar donde los niños y los ado- lescentes pasan una parte significativa del día. En esos espacios, donde circulan centenas y millares de personas diariamente, los educadores, gestores, padres y alumnos deben estar atentos a posibles casos de abuso.

Al igual que en cualquier otra realidad, en casos de malos tratos en el contexto educacional, la prioridad es la protección integral del niño. No le cabe a la unidad educacional determinar quiénes son los responsables del abuso, pues esa tarea les compete a los órganos públicos. Sin embargo, sí es responsabilidad de la escuela identificar la violencia y solicitar la intervención de equipos profesionales especializados en el asunto.

Sin embargo, hay diversas maneras de identificar una situación de abuso. A veces, es el propio niño quien detalla lo ocurrido. En otros casos, es necesario estar atentos a las señales de malos tratos, como cambios en el comportamiento; lesiones; o atraso en el desarrollo físico, emocional o intelectual del niño. Es necesario observar también si la víctima no ha intentado pedir ayuda a profesores o compañeros de curso, si ha usado ropas más largas para esconder partes de su cuerpo o si indicios de negligencia en el cuidado que deberían proporcionarles.

¿QUÉ HACER?

Es importante observar al alumno en diferentes momentos y situaciones, como en la sala de clases, en la práctica de deportes y en el recreo. Prestar atención a su apariencia y su fisonomía, así como a su manera de relacionarse con los compañeros, los profesores y los familiares. Si el abuso ocurre en la institución educacional, es importante escuchar el relato con atención, sin interrumpir ni juzgar, y registrar las informaciones para no olvidar los detalles. Si quien relata es el niño, no preguntarle detalles sobre el abuso, en caso de que no comparta más informaciones; es responsabilidad del adulto representante de la institución averiguar el relato e intervenir, tomando las medidas que sean necesarias y pertinentes, al tiempo que comunica lo ocurrido a las autoridades y a los órganos competentes. En la secuencia, es importante prestar auxilio a la familia en el encaminamiento legal del caso y dirigir al niño a una atención psicológica.

Hoy existe la necesidad concreta e inevitable de establecer un protocolo* que debe ser seguido en caso de supuestos crímenes contra la integridad sexual, y de malos tratos de niños y adolescentes. Por lo tanto, cada unidad escolar o la red de la que esta forma parte debe elaborar ese documento, así como entrenar a los funcionarios y los administradores para que lo apliquen. El delicado equilibrio de derechos en juego y la relevancia del bien jurídico protegido exigen el mayor esfuerzo por parte de la institución para que los crímenes de esta naturaleza sean definitivamente erradicados de la sociedad.

Para ayudar a disminuir los índices de violencia en este ambiente, el colegio también puede ofrecer conferencias y debates regulares sobre el asunto, a fin de ayudar a que los integrantes de la comunidad académica tomen conciencia y para proteger a esa misma comunidad escolar.

* Este artículo fue escrito con base en el “Protocolo de actuación frente a situaciones de violencia, malos tratos o abuso”, de la red edu- cacional adventista en la Argentina.

ALEXIS VILLAR es periodista

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