Entre tantos aspectos del abuso sexual que, cada vez más, necesitan ser aclarados, no hay modo de ignorar la importancia que tiene hablar sobre el abusador, aunque haya quienes defiendan que no se debe pensar en él más que en relación con la punición prevista por la ley. Sin embargo, para encarar la violencia, es necesario buscar respuestas a algunas preguntas: ¿cuál es el perfil del abusador? ¿Hay algún tratamiento para él? ¿Puede su vida ser restaurada?

Entre tantos aspectos del abuso sexual que, cada vez más, necesitan ser aclarados, no hay modo de ignorar la importancia que tiene hablar sobre el abusador, aunque haya quienes defiendan que no se debe pensar en él más que en relación con la punición prevista por la ley. Sin embargo, para encarar la violencia, es necesario buscar respuestas a algunas preguntas: ¿cuál es el perfil del abusador? ¿Hay algún tratamiento para él? ¿Puede su vida ser restaurada?

ROSTRO CONOCIDO

Antes que nada, es necesario considerar que existen, básicamente, dos tipos de abusadores de niños y adolescentes: el preferencial y el ocasional. El primero es aquel que siente atracción por los menores, lo que es conocido como el trastorno de preferencia sexual (parafilia), y puede estar relacionado con problemas psicológicos, cuestiones ambientales, el hecho de que la persona haya sido víctima de abuso sexual en su infancia, además de inmadurez emocional y sexual. Por su parte, el abusador ocasional es aquel que practica el crimen porque se aprovecha de la vulnerabilidad de la víctima. Infelizmente, ha crecido el número de adolescentes que practican este tipo de abuso.

En relación con el perfil psicológico, estudios indican una enorme multiplicidad de características de los agresores, lo que descarta la posibilidad de poder crear un estereotipo para este tipo de abusador. O sea, la idea de que solamente personas con trastorno mental o “ban- didos” coaccionan a menores para obtener favores sexuales está muy distante de la realidad. Esto explica por qué, muchas veces, el abusadores alguien que está por encima de cualquier sospecha, pues es un rostro conocido para la víctima. El hecho de que sea alguien próximo dificulta la denuncia, prolonga la práctica de la violencia y agrava las consecuencias emocionales de la víctima.

TRATAMIENTO Y RECUPERACIÓN

Cuando se trata de abusadores preferenciales, aquellos que tienen un trastorno de la sexualidad, la sola detención para cumplir una pena por el delito cometido no es suficiente para que no se transforme en un reincidente. La psicoterapia es indicada para la identificación de los gatillos (situaciones que disparan el comportamiento abusivo) y para que se realicen intervenciones con el objetivo de generar un cambio de comportamiento. Dependiendo del perfil psicológico del abusador o de la existencia de un trastorno mental, también debe ser prescrita una medicación adecuada.

Es común que el abusador preferencial tenga una imagen distorsionada sobre el propio delito. A veces, él considera que estaba – solamente– dando cariño al niño o al adolescente, y que su actitud es menos grave que la de otros abusadores. Por eso, la terapia en grupos donde se relatan diferentes historias es una estrategia que, por lo general, suele ser eficaz para confrontar las justificaciones de los abusadores.

Para aquellos que son abusadores ocasionales, además de la detención, es necesario verificar si el abuso ocurrió de forma violenta o bajo el efecto de drogas. De esta manera, las intervenciones serán pensadas sobre la base de las motivaciones del crimen y la manera en que sucedió. En los Estados Unidos, el programa de recuperación de infractores de Hawai es considerado uno de los más eficaces del país. Una de las técnicas utilizadas es exponer a los abusadores a las llamadas que las víctimas de violación realizan a la policía. El objetivo es hacer que entren en contacto con el sufrimiento de quien fue violado.

Otro recurso empleado es el psicodrama, técnica terapéutica cuya base es la representación de papeles. En este abordaje, el abusador asume el lugar de la víctima o de algún pariente de ella, con la finalidad de ejercitar empatía por quien sufrió tamaña violencia.

Experiencias internacionales indican que los tratamientos dirigidos a los infractores pueden disminuir significativamente la reincidencia. Es lo que muestra, por ejemplo, el libro Group Therapy with Sexual Abusers [Terapia grupal con abusadores sexuales], de Steven Sawyer y Jerry L. Jennings (Safer Society Press, 2016). Así, la sociedad y el gobierno necesitan realizar un esfuerzo conjunto, no solo para prevenir el abuso, sino también para evitar su repetición. Además de denunciar y arrestar, existe algo más que se puede hacer con el infractor: intentar recuperarlo.

PEDOFILIA

Dentro del campo de la recuperación y de la búsqueda de ayuda para trastornos sexuales, vale destacar que no todo pedófilo es un abusador de niños. La pedofilia tiene que ver con la atracción y el deseo por el contacto sexual con niños, pero este no siempre se hace realidad. Afortunadamente, la mayoría de los pedófilos mantiene el deseo bajo control, sin llegar al contacto sexual con menores. Por lo general, se limitan a consumir pornografía infantil, lo que también es un crimen.

Muchos de los que sienten deseo por niños sufren por sentir tal atracción ilícita; pero no buscan ayuda, pues tienen miedo y vergüenza ante la posibilidad que ser expuestos. La pedofilia es un trastorno muchas veces acompañado de otros como, por ejemplo, la depresión. Por lo tanto, es necesario un abordaje multidisciplinario para recuperar a esos individuos.

Otro factor importante en este proceso es la participación efectiva de la familia en el tratamiento. Como los pedófilos acostumbran a aislarse de la convivencia con otros adultos, el proceso para que los familiares se involucren facilita el desarrollo de sus capacidades para relacionarse con otros y sirve como “mecanismo de control” en relación con el uso de medicamentos, consumo de Internet y contacto con niños.

El uso de psicoterapia en grupo también se muestra muy válido, pues ayuda a los pacientes a reconocerse en las historias de los otros y, juntos, pueden reconstruir sus propias identidades. Sin embargo, desgraciadamente, centros especializados en el tratamiento de este tipo de trastorno son casi inexistentes. Resta, por lo tanto, la atención individual.

Por último, siempre que exista sufrimiento, se debe pensar en una solución. Si es posible restaurar la vida del abusador, ¿por qué no hacerlo? Aliviar el dolor, prevenirlo y tratarlo debe ser el objetivo de todos los que buscan ayudar en situaciones tan lamentables como la del abuso sexual infantil. Para esto, más agentes de esperanza y restauración pueden ser formados si trabajamos con informaciones confiables y con la disposición de superar preconceptos.

ROSANA ALVES tiene un posdoctorado en Neuro- ciencias por la Escuela Paulista de Medicina, San Pablo (Brasil) y por la Universidad Marshall (Estados Unidos). Ella es la presidenta del Instituto Neuro- génesis, con sede en Florida (EE.UU.).

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