Una de las preguntas más importantes que un hijo adolescente puede hacer es: “Mamá, papá ¿podemos conversar?”.1 El momento del diálogo con el adolescente es realmente importante, pues el éxito en la educación del adolescente depende en gran medida de la manera como los padres se comunican con él. Además, los adolescentes “que logran comunicarse con los padres son más seguros de sí. Una comunicación sincera es la prioridad número uno de los adolescentes.2
Vamos a delinear algunos aspectos importantes de una conversación común, trivial, lo que demuestra que usted es un buen oyente como padre o adulto.3

CÓMO SER UN BUEN OYENTE

Mantenga contacto visual. Mire a su hijo la mayor parte del tiempo. Un adolescente espera que un buen oyente lo mire. El hijo (y cualquier persona) siente que no se le presta atención cuando el padre o la madre conversa con otro mientras conversa con él.
Tenga buena postura. Utilice un lenguaje corporal que diga: “Estoy atento, estoy interesado”. Un padre con la mirada vaga, o que sigue caminando, o que tiene las manos en el bolsillo, transmite mensajes que desaniman al hijo.
En vez de críticas, haga preguntas. Utilice preguntas que faciliten y promuevan la conversación, que requieran respuestas más largas que apenas un “sí” o un “no”. “¿Cuál fue tu reacción?” probablemente es una frase que ayuda más a continuar una conversación que “¿Cuántos años tiene?” Enfatice “ESO”, en vez de TÚ. Por ejemplo: “¿Cómo sucedió ESO?”. Tal vez sea mejor que decir “¿Por qué te gusta el desorden?” Las preguntas cuidadosas, que no den una opinión ni sean tendenciosas, permiten continuar el diálogo.
En vez de afirmaciones de soluciones, utilice afirmaciones de reflexión. Frases como “¿Por qué tú…?” o “Tú siempre…” pueden cortar la conversación. Repetir afirmaciones del hijo puede hacer que la conversación fluya mejor. “Me imagino que quedaste realmente chasqueado con el profesor…”, “Hija, veo que él realmente te molesta…”
Comparta su experiencia. Cuente historias, bromas y casos que lo hayan ayudado en sus desafíos cuando era adolescente. Sea humano, evite palabras y actitudes del tipo “yo nunca me demoré”.

DIÁLOGO CON ADOLESCENTES SOBRE PROBLEMAS4

Elija el momento apropiado y ese momento debe ser de preferencia cuando ambos (adolescente y adultos) están con la cabeza fría.
Al hablar, cuide el tono de voz, los gestos, en fin: cuide del lenguaje corporal, pues el cuerpo habla mucho y el adolescente es lo suficiente sensible para leer los mensajes no verbales.
Ante algo que lo sorprende no reaccione de manera exagerada, pero tampoco haga de cuenta que nada sucedió. ¿Es difícil, verdad? ¡Buena suerte!
Cuando hable, evite acusar, menospreciar y atacar al adolescente. Concéntrese en el problema y en la solución del mismo.
No se lamente, no se haga la víctima.
Al hablar, su objetivo no debe ser vencer la batalla, o controlar al adolescente, mostrándole quién manda en casa; el objetivo principal es encontrar una solución para el problema.
En el caso de que no lleguen a una solución adecuada en el tiempo de la conversación definan una próxima conversación para terminar el asunto. Una buena noche de sueño puede ayudar a encontrar una solución adecuada con más facilidad.
¿Qué hacer si conversando no se llega a una solución adecuada? Ante una situación de conflicto extremo, piense en las siguientes opciones.5
Firme un tratado de paz. Piense en una cartita así: “Hijo, te quiero mucho. ¿Qué te parece si comemos una pizza juntos? Después, con menos hambre y más calma podremos conversar. Te pido disculpas por haberte gritado. ¿Estás de acuerdo? O puede pensar en una opción así: “Hija querida, puedes tener la seguridad de que te quiero mucho. Hoy reconozco que estaba un poco estresada, y por eso no supe hablar contigo. Por favor discúlpame. ¿Aceptas salir a comer conmigo?”. Es muy posible que el hijo o la hija no se resistan a una manifestación sincera como esa. Por lo tanto, vale la pena que el adulto tome la iniciativa de firmar un tratado de paz.
Haga una reunión en familia. Reúna a la familia y escuche lo que cada uno tiene que decir. Este es un momento para hablar de expectativas positivas. Por eso pida que cada miembro de la familia dé sugerencias de cómo mejorar el clima en casa, como mejorar el diálogo, cómo hacer y repartir mejor las tareas domésticas, etc. Escuche con atención, y si fuera posible, establezca un plazo corto para poner en práctica las sugerencias.
Vea a quién su adolescente le tiene respeto. Si las cosas no anduvieron muy bien hasta aquí, converse con una persona que su hijo o hija respeta y confía. Puede ser un profesor, el pastor de iglesia o un amigo. Esa persona podrá darle consejos vitales para comprender la situación.
Pida ayuda. No siempre podemos resolver todo. En ese caso es saludable pedir ayuda a un profesional: psicólogo, terapeuta, consejero, pastor, etc. Generalmente, las personas de afuera pueden captar otros ángulos del problema.

Adolfo Suárez es teólogo y Rector del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT)

REFERENCIAS

1 Roger W. Mclntire. Adolescentes e Pais – Orientaçao Educacional para uma Relação de Confiança e Respeito. São Paulo: M. Books, 2005, p.19.
2 Michael Carr-Gregg & Erin Shale. Criando Adolescentes – Como prepará-los para os desafios da vida. São Paulo: Fundamento Educacional, 2003, p. 88.
3 Adaptado de Roger W. Mclntire. Adolescentes e Pais, p. 39-40.
4 Adaptado de Michael Carr-Gregg & Erin Shale. Criando adolescentes, p. 92.
5 Ibíd., p.98-99.