¿Te consideras como alguien que tiene una buena memoria? ¿Te acuerdas de nombres, lugares, direcciones, rostros, valores y otras cosas con facilidad? ¿Hasta qué punto de tu infancia consigues recordar? ¡Si consigues recordar todo eso con facilidad, sin exigir ningún esfuerzo, felicitaciones, tienes una buena memoria!

Tener una buena memoria acaba siendo objeto de consumo, principalmente para aquellos que necesitan estar recordando constantemente informaciones, como por ejemplo: los estudiantes que utilizan informaciones necesarias para los exámenes académicos, las personas que lidian frecuentemente con el público (pues recordar nombres facilita en la comunicación y relacionamiento), los analistas que trabajan con informaciones de cálculo y búsquedas, los conductores que necesitan tener en mente las vías correctas para llegar al destino… En fin, hacer uso de la memoria es algo diario y esencial. Recordar contraseñas, números de teléfonos, números de documentos, etc.

El uso de la memoria puede tener dos vías: Acordarse de algo bueno o malo. Recordar cosas buenas hace que experimentemos una experiencia nostálgica, deseando que el tiempo regrese. Pero, aunque el tiempo no regrese, la persona puede buscar repetir la misma experiencia vivida en el pasado a fin de revivir aquel momento recordado. Sin embargo, recordar cosas malas hace que experimentemos el dolor por la situación vivida, desafiándonos a borrar tales imágenes de nuestra memoria. En algunos casos es posible, en otros, no.

¿Qué desea Dios que recordemos? ¿Cómo Dios desea que usemos nuestra memoria? La recomendación está en Lamentaciones de Jeremías 3:21-26.

Comprendiendo el contexto de Lm 3:21-26

Para que entendamos el mensaje de Lm 3:21-26, es importante que consideremos el contexto en el cual fue escrito el libro.
Judá, reino que correspondía a la región sur de la división de Israel, sufrió tres invasiones seguidas de saqueo, destrucción y cautiverio por parte del imperio de Babilonia. La última invasión ocurrió en el año 586 a.C. El pueblo sufrió todo eso como consecuencia de su alejamiento del plan salvífico de Dios. Jeremías, así como otros profetas, presenció la decadencia espiritual de Judá y su consecuente destrucción. Lamentaciones expresa exactamente la idea del título del libro, consecuencia de aquello que Jeremías presenció y vivió junto con sus contemporáneos, aun sin ser tolerante ni partícipe de sus actos pecaminosos. En el libro, Jeremías lamenta todo lo que sucedió con el pueblo de Judá, el cual recibió la ira de Dios por los ejércitos babilónicos.

El libro fue estructurado usándose como base las 22 letras del alfabeto hebreo, a fin de formular sus respectivos párrafos. Este método es llamado de acróstico alfabético. El libro contiene 5 capítulos, siendo los dos iniciales (1 – 2) y finales (4 – 5) compuestos por 22 versos exactos, siendo los mismos iniciados secuencialmente por las 22 letras del alfabeto hebreo, posicionando así el capítulo 3 en el centro del libro, el cual contiene 66 versos, correspondiendo la repetición tripla del alfabeto hebreo (22[letras] X 3 = 66).

Siendo así, el texto usado para este artículo se encuentra en la sección central del libro, la cual presenta lo que Dios podría hacer por su pueblo arrepentido en el cautiverio.

El deseo de esperanza

En el verso 21, Jeremías expresa el deseo de algo que pueda traerle esperanza, deseo comprensivo frente a la situación destructiva y exílica que estaba viviendo. El pedido de Jeremías es semejante al habla del ser humano en momentos angustiosos y aparentemente sin salida: “Quiero traer a la memoria lo que me puede dar esperanza” (3:21).

Desde que entró el pecado en el mundo, trayendo tristeza y muerte para la raza humana, la esperanza en cuanto a un futuro mejor siempre fue una necesidad básica. El primero rayo de esperanza vino en las palabras del propio Dios a la pareja Adán y Eva luego de caer en pecado, anunciando que un futuro Descendiente de Eva vencería el enemigo debajo de sus pies, colocando un fin al gobierno rebelde (Gn 3:15). De este día en adelante, la mirada de la raza humana precisó fijarse al Mesías que vendría y cumpliría las profecías concernientes a Su misión. Luego del cumplimento de Su ministerio terrestre, Cristo ascendió al cielo, dejándonos la promesa de Su retorno para dar el galardón a aquellos que Lo aceptaren como Salvador. Así, seguimos mirando hacia adelante, ahora, con la esperanza del segundo advenimiento de Cristo en gloria y majestad. Por tanto, la esperanza en Cristo es el impulso que hace que el ser humano consiga mirar hacia adelante. ¡Días mejores vendrán!

Mas el pedido de Jeremías era el deseo de algo que él podría llevar a la memoria, a fin de que le fuera concedido, y reavivar así la esperanza. Los versos siguientes (22-26) presentan cuatro elementos relacionados a la naturaleza de Dios que pueden dar esperanza.

1. Las misericordias del Señor

“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.; se renuevan cada mañana”. Lm 3:22-23.

La palabra “misericordia” usada en este texto es la traducción de la palabra hebrea ḥasḏê (חַֽסְדֵ֤י). La forma singular del adjetivo es ḥeseḏ (חֶסֶד) y posee amplio uso y significado en la Biblia Hebrea. La traducción puede ser otras palabras sinonímicas de misericordia (benignidad, piedad, bondad) y que reflejan, en el contexto del Antiguo Testamento, el amor de Dios por la humanidad.

La misericordia del Señor es eterna (I Cr 16:34; Sl 103:7; 136:4), grande (Sl 57:10; 86:13; 108:4), perdonadora (Nm 14:19). Es lo que Dios siente por el ser humano pecador y es justamente lo que el ser humano necesita delante de un Dios Santo (Pv 28:13; Is 54:7-8; 60:10).

Cuando la persona siente que no hay esperanza frente a sus errores, es necesario recordar que hay un Dios misericordioso, que atiende y perdona a todo pecador arrepentido, porque Él “se deleita en misericordia” (Mq 7:18).

2. La fidelidad del Señor

“Grande es Tu fidelidad”. Lm 3:23.
Por cuanto la misericordia del Señor es infinita, así también es Su fidelidad (Éx 34:6). Dios es fiel (Dt 7:9; Sl 145:13; Is 49:7). Su fidelidad es expresada a través del cumplimento y de la manutención de Su voluntad revelada en Su Palabra (Sl 145:13). Lo que Dios prometió eso hará, porque Él vela por Su Palabra para cumplirla (Jr 1:12). La certeza de que Dios cumplirá Su Palabra conforme Su voluntad, transmite seguridad para aquel que confía en Él. Nosotros confiamos en Dios porque Él es Dios, y “Dios no es hombre, para que mienta” (Nm 23:19), pues “la Gloria de Israel no miente” (I Sm 15:29).

En cuanto a esta confianza en la fidelidad de Dios por Su Palabra, podemos mantener la esperanza de que Sus promesas se cumplirán en nuestra vida conforme a Su voluntad. La fidelidad del Señor a Su Palabra fortalece la esperanza.

3. La bondad del Señor

“Bueno es JEHOVÁ”. Lm 3:25.

Bondad es la expresión de amor para con las personas. Es el deseo de realizar lo bueno y lo mejor para con el prójimo. El Señor tiene bondad para con nosotros. Este es el énfasis en las cuestiones del conflicto entre el bien y el mal. La acusación que el enemigo hace contra Dios es que Él no ama y no es bueno. No obstante, Dios demuestra eso no solamente en discurso/palabra, sino que Él demostró Su bondad para con nosotros dándonos todo lo que es necesario para la vida; y más allá de eso Su mayor prueba de bondad y amor es la Persona de Jesucristo, la bondad de Dios personificada (Juan 3:16; Rm 5:8). Si deseamos conocer la bondad del Señor, el salmista pide para que así lo hagamos, pidiendo “Gustad, y ved que es bueno Jehová” (Sl 34:8). La bondad de Dios hace con que tengamos esperanza en Él.

4. La salvación del Señor

“Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.”. Lm 3:26.

El acto salvífico de Dios fue manifestado en la Persona de Jesucristo. Él, Cristo, es nuestra salvación (Lc 2:11; Hc 4:12; II Tm 2:10; Hb 2:10; 5:9). La salvación es un acto procedente y operado por Dios, pues solamente en Él tenemos la salvación (Sl 3:8; 68:19; Is 43:11; 45:22). Cuando Cristo murió en la cruz del Calvario, Él nos garantizó la salvación eterna, la cual será concedida en Su segunda venida a todos aquellos que creyeran en Él, aceptándolo como único Señor y Salvador (Mt 1:21; Lc 19:10; Hc 16:30, 31; Rm 5:9-10; 6:23; I Co 15:3-4; Ef 2:5-8).

Por tanto, la salvación de Jesucristo consiste en Su vida y ministerio operado por nosotros, tanto en lo que Él hizo cuando estuvo aquí, cuanto en Su servicio de intercesión en el Santuario Celestial y en Su segunda venida. Esta salvación que fue operada en la cruz del Calvario hace con que miremos con esperanza la salvación futura que será entregada a los fieles (II Tm 4:8). Esta es la “bendita esperanza” de todo aquello que cree en esta salvación. Cristo es nuestra salvación (Ap 7:10), Él es nuestra esperanza (Cl 1:27).

Conclusión

Para que tengamos nuestra vida direccionada por la esperanza, será necesario “traer a la memoria” la sugerencia bíblica presentada en Lm 3:21-26. Recordar :(1) la misericordia del Señor; (2) la fidelidad del Señor; (3) la bondad del Señor, y; (4) Su salvación en Cristo. Este es el conjunto de cosas buenas para la memoria, a fin de que podamos vivir con esperanza.

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Mg. Ezinaldo Ubirajara Pereira es pastor y docente de Antiguo Testamento en la Faculdade Adventista da Amazônia (FAAMA).

 

Referencias

1. Walton, John; Matthews, Victor; Chavalas, Mark; Comentário Bíblico Atos: Antigo Testamento, trad., Noemi Valéria Altoé da Silva (Belo Horizonte, MG: Editora Atos, 2003), 422-23.
2. Chisholm Jr, Robert B. “Uma Teologia de Jeremias e Lamentações de Jeremias” em Teologia do Antigo Testamento, ed., Roy B. Zuck, trad., Luíz Aron de Macedo (Rio de Janeiro, RJ: 2009), 390.
3. Ibid., 707.
4. House, Paul. Teologia do Antigo Testamento, trads., Marcio Redondo; Sueli Saraiva (São Paulo, SP: Vida, 2009), 622.
5. Nichol, Francis D. (ed.), Comentário Bíblico Adventista do Sétimo Dia, vol. 3 (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2012), 809-11.