“El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad” (Prov. 15:28).

Si hay algo que todos en esta vida deseamos, es tener un lugar plácido, acogedor y placentero al cual llegar al final de un día de trabajo. Ese lugar puede existir, pero tiene que construirse día a día, pues no va a ser fruto de la casualidad.

Entre los varios elementos que contribuyen para la construcción de un hogar más equilibrado, tranquilo y placentero está, sin lugar a dudas, la comunicación. Este es uno de los grandes desafíos de los matrimonios en la actualidad. Estudios apuntan a la falta de comunicación como la causa número uno de los divorcios. Después de algunos años de matrimonio es muy común escuchar a sus integrantes decir algo así como: “No sé lo que nos ocurrió; antes de casarnos teníamos tanto sobre lo que podíamos conversar, ahora parece que no hay más temas de interés. ¿Dónde nos equivocamos? ¿Dónde fue que nos perdimos? A veces quedamos horas y horas cerca físicamente hablando, pero emocionalmente estamos muy distantes. Viajamos juntos, en el mismo auto, uno al lado del otro y no intercambiamos ni una sola palabra, ni un solo gesto”. ¡Qué desperdicio de tiempo, de oportunidades y de vida!

Sin lugar a dudas, todos necesitamos relaciones íntimas que superen el nivel de las conversaciones informales o triviales. La comunicación franca y abierta nos ayuda a expresar nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestras alegrías, nuestros temores y nuestros sueños. Sin embargo, para que eso ocurra, necesitamos a una persona de confianza para tener la libertad de ser auténticos, sin miedo al rechazo o a ser malinterpretados.

Una pregunta que debemos hacernos es: ¿Quién es mi gran amigo para una conversación importante e íntima sobre mí o algo relevante para mi vida? ¿Es mi cónyuge? Si no lo es, hay algo muy serio que no está bien en esa relación. Es una señal de alerta para que mejoremos de manera urgente la comunicación en nuestro matrimonio.

Por eso, a continuación presentaremos algunos elementos y orientaciones para que la comunicación entre esposos alcance mejores niveles y haga que su vida familiar sea más saludable.

Niveles de comunicación

Trivial, corta y vacía. Es la conversación que tenemos con un extraño. Por ejemplo: “Buen día”. “Buenas tardes”. “Buenas noches”. “Va a llover”. “¿Qué hora es?” Son frases absolutamente superficiales.

Hechos e informaciones. Es la conversación que tenemos con las personas que están de alguna manera cerca de nosotros.

No hay sentimientos en juego, solo damos y recibimos información. Por ejemplo: “La economía no anda bien”. “¿Escuchó la noticia sobre el derrumbe?”

Ideas y opiniones. Es el tipo de conversación que tenemos con amigos en general. Revelamos lo que pensamos. Por ejemplo: “Yo voy a votar a Fulano, porque me parece que…”. “En mi opinión, el problema del calentamiento global es…”.

Sentimientos y emociones. Es la conversación que tenemos con quien confiamos y nos sentimos seguros. Compartimos honestamente aquello que sentimos en lo profundo de nuestro corazón. Es cuando abrimos nuestra alma. Es necesario un grado de intimidad.

Sintonía plena. Momentos especiales de perfecta sintonía, de profunda intimidad. En ese nivel estamos sin miedo, sin barreras, por lo que el canal de comunicación está completamente abierto.

Comportamientos y actitudes que crean barreras en la comunicación en el matrimonio

El autoritario. Son actitudes y palabras autoritarias que resienten al cónyuge. Estamos diciendo todo el tiempo lo que el otro debe hacer. Por ejemplo: “¡Ven para acá!” “Rápido, hazlo ya”. “No hagas eso nunca más”.

El crítico. Uno de los cónyuges está todo el tiempo reclamando, criticando, desmereciendo al otro, rebajándolo.

El corrector ( o rectificador). Corrige ideas, fechas, hechos… todo lo que el otro dice.

El “corregido” es interrumpido en todo momento.

El sabelotodo. Es intimidante e insoportable tener una conversación con el “dueño” de todas las verdades.

El moralista. Es el comportamiento de aquel que todo el tiempo está dando lecciones de moral.

El juez. Uno asume el poder para determinar lo que está bien y lo que está mal en lo que se dice, en el comportamiento y hasta en los pensamientos del otro.

El payaso. Tener sentido de humor es muy bueno y necesario, pero abusar de los chistes todo el tiempo hace que el cónyuge termine callándose.

El psicoanalista. Es el tipo de comportamiento que analiza todo lo que su cónyuge hace y dice.

El adivino. Se da cuando uno interrumpe la conversación con un “ya sé lo que vas a decir…”. Siempre es el primero en saber todo, por lo que no hay necesidad de conversar con él.

El adepto al monólogo. Solo uno habla, no logra callarse para escuchar al otro.

El adepto al silencio. Usa el silencio como arma de venganza y como forma de controlar al otro.

Consejos para desarrollar una mejor comunicación con su cónyuge

  • Elige el momento correcto para hablar.
  • La forma como hablamos es muchas veces más importante que lo que decimos.
  • Deja de utilizar un tono de voz enojado.
  • Sé claro, específico y objetivo; pero cuidadoso para no herir los sentimientos del otro.
  • Desarrolla una comunicación positiva. Lamentablemente, el 80 % de nuestra conversación es negativa. ¡Basta de lamentos!
  • Interésate por el otro, toma en consideración las necesidades que tiene.
  • Deja de utilizar el pronombre “tú” para expresar tu contrariedad; es mejor utilizar el pronombre “yo” para expresar tus sentimientos.
  • Dale el derecho a tu cónyuge de decir lo que piensa o lo que siente, aunque a ti no te guste o no estés de acuerdo.
  • Evita tomar una postura defensiva; mientras el otro está hablando no estés construyendo tu contraataque. En lugar de eso, escúchalo.
  • Aprende a oír. Intenta escuchar las emociones que están detrás de las palabras.
  • Sé real. Apaga los equipamientos electrónicos, mira a los ojos a tu cónyuge y toma su mano.
  • Escucha con paciencia y por un poco más de tiempo.
  • Ora con tu cónyuge todos los días.

Aquel que se dedica a perfeccionar el arte de comunicarse bien con su cónyuge estará construyendo no solamente un matrimonio feliz, sino una familia más saludable y armoniosa. Sabemos que no es un camino fácil, pero con dedicación, humildad, práctica, oración y amor, será posible.