Criar hijos en la actualidad es más desafiante que nunca. Formar el carácter de un niño es aún más imperioso, ya que los niños se enfrentan a diario con valores que parecen oponerse a los valores de sus padres. Hoy, los niños son bombardeados con mensajes mixtos a través de los medios, Internet, otros adultos y sus compañeros. Estos mensajes confusos han llevado a los niños por un camino que los insensibiliza a muchos males sociales como la violencia, la inmoralidad, el abuso y la discriminación.

Las estadísticas sobre homicidios de adolescentes, acoso escolar, tiroteos en colegios, suicidios, drogadicción y alcoholismo reflejan cambios significativos en la naturaleza de la niñez. Por lo tanto, es mucho más difícil que los niños aprendan lecciones básicas de dominio propio, autoestima y empatía hacia los demás. Los niños de hoy son más pro- pensos a la depresión, la ansiedad y el comportamiento impulsivo. Al mismo tiempo, hay más presiones económicas sobre los padres, quienes trabajan más y tienen horarios más extendidos. Esto les quita tiempo para estar con sus hijos.

A pesar de estos desafíos, los padres continúan siendo la mejor protección contra conductas de riesgo de los niños, como el consumo de drogas y el alcoholismo, el sexo prematrimonial y los trastornos alimentarios. Los padres que asumen diariamente un papel activo en la crianza de sus hijos fi- nalmente obtendrán la recompensa de ver que estos llegarán a ser adultos sanos y responsables. Si bien la crianza de los hijos no es una ciencia exacta y no hay garantías, los padres que aprovechan al máximo su tiempo con sus hijos tendrán más probabilidades de influir en ellos y prepararlos para la edad adulta.

Hay momentos en que la crianza parece una tarea insignificante, especialmente cuando cambiamos pañales, limpiamos derrames, o discutimos por los horarios límite y las habitaciones sucias o desordenadas. No obstante, la crianza de los hijos es una de las tareas más importantes y desafiantes de la humanidad. Considera la importancia de criar a un niño que no solo será obediente sino también llegará a tener un carácter maduro y una autoestima saludable, manejará sus emociones y tendrá relaciones saludables con los demás. ¡La crianza es de suma importancia!

Por supuesto, no existe el padre perfecto. Sin embargo, por la gracia de Dios, nuestros hijos pueden llegar a ser buenos adultos, a pesar de nuestras limitaciones. Los padres no deberían esperar que sus hijos actúen con total madurez mientras están descubriendo los caminos de la vida. Apren- der de nuestros errores forma parte del proceso de crecimiento. En el resto de este capítulo, compartimos algunas formas en que los padres pueden sentar una base sólida para llevar a cabo la tarea de criar a sus hijos con éxito, a fin de que desarrollen un carácter maduro y se conviertan en adultos responsables. Para que eso ocurra, es importante que los padres comprendan cuáles son sus valores y cómo volcarlos en el carácter de sus hijos.

Comencemos con los valores. Los valores son creencias importantes compartidas por los miembros de una cultura o una familia acerca de lo que es bueno y lo que no. Los valores ejercen una gran influencia sobre el comportamiento de una persona y sirven como reglas o pautas en todas las situaciones. Algunos valores morales fundamentales son la honestidad, la integridad, el respeto y la responsabilidad por los demás.

A su vez, el carácter no es lo que decimos: es lo que somos. Es la forma en que vivimos nuestros valores. Por ende, si enseñas a un niño que la honestidad es un valor importante en tu hogar, pero le pides que le diga a la persona que acaba de llamar por teléfono que no estás en casa, cuando obviamente estás en ella, entonces tu hijo interiorizará que esa honestidad no es un valor importante. El carácter es observable en el comportamiento de una persona. Recuerda: los valores son nuestras creencias (es más filosófico) mientras que el carácter es más activo.

El carácter se compone de los valores fundamentales que mencionamos anteriormente, entre otros: honestidad, respeto, amabilidad, empatía y responsabilidad. Cuando estas cualidades forman parte del carácter de una persona, podemos contar con que las observaremos en forma regular y reiterada en su comportamiento. Cuando estos valores llegan a formar parte del carácter de un niño, no se espera que cambien a medida que el niño interactúe con personas diferentes o en situaciones diferentes.

Dado que nadie es perfecto, habrá ocasiones en que tu hijo no mostrará estos rasgos de carácter. Sin embargo, cuanto más se refuercen los valores que eliges más llegarán a formar parte de la vida de tu hijo. Por lo tanto, los padres también deben esforzarse por vivir de acuerdo con estos valores. En este sentido, alguien dijo cierta vez que tu hijo probablemente no haga lo que tú dices; es más probable que haga lo que ve que haces.

El concepto de inteligencia emocional se ha convertido en uno de los más populares del nuevo milenio. De hecho, los psicólogos han descubierto que la inteligencia emocional (o coeficiente emocional, CE) es un mejor predictor del éxito de una persona en la vida que el cociente intelectual. Han descubierto que el CE conduce a la felicidad en todos los aspectos de la vida: trabajo, carrera y relaciones. Entonces, ¿qué es la inteligencia emocional, o el CE? El CE es, entre otras cosas, la capacidad de controlar las emociones. Es ser consciente de tus emociones y tener la capacidad de manejarlas incluso en las situaciones más estresantes.

”A su vez, el carácter no es lo que decimos: es lo que somos. Es la forma en que vivimos nuestros valores.”

El Dr. John Gottman, un destacado psicólogo que ha realizado una extensa investigación sobre el matrimonio y la educación de los hijos, propone que los padres deben involucrarse con los sentimientos de sus hijos. Los padres deben convertirse en entrenadores emocionales. Los padres deben usar las emociones negativas y las positivas como oportunidades para enseñarles lecciones importantes sobre la vida, y construir una relación más estrecha con ellos. El Dr. Gottman tiene en claro que el entrenamiento emocional no significa que los padres deban eliminar la disciplina, sino que aquel ayuda a los padres a tener interacciones más exitosas entre padres e hijos.¹

Los padres pueden convertirse en entrenadores emocionales para sus hijos al seguir estos pasos:

1. Toma conciencia de las emociones de tu hijo. Todas las emociones son una oportunidad de relacionarte más estrechamente con tu hijo e instruirlo.

2. Escucha sinceramente a tu hijo. Los padres deben apren- der a escuchar a sus hijos y validar sus sentimientos. Tu acti- tud hacia tus hijos es esencial para ayudarlos a convertirse en adultos emocionalmente inteligentes y responsables. Asegúrate de que tu lenguaje no sea crítico, condenatorio ni censurador.

3. Ayuda a tus hijos a encontrar maneras de etiquetar las emociones que están sintiendo. A veces, tu hijo puede gritar, golpear o hacer berrinches, y esto normalmente se interpreta como enojo. Sin embargo, la mayoría de las veces estos ataques de ira son solo expresiones de lo que tu hijo realmente está sintiendo. En lugar de enojarte con tu hijo y gritarle, pregúntale qué siente y ayúdalo a expresar esos sentimientos a través de palabras como “triste”, “frustrado”, “avergonzado”, “tímido” o “molesto”.

4. Establece límites, mientras exploras soluciones al problema en cuestión. Los niños necesitan que los padres establezcan límites claros que sean apropiados para su edad. Los niños dependen de esta orientación tanto en la infancia como en la adolescencia. Los niños comienzan a pedir independencia desde muy temprano; sin embargo, el padre que otorga una independencia sin límites no le está haciendo un favor al chico; al contrario, esto crea estragos e inseguridad en ellos. Por otro lado, un padre que es demasiado controlador y no permite que un niño ejerza cierta independencia obstaculiza el desarrollo del niño. Los niños necesitan que se los respete, que se les reconozcan sus puntos de vista y que se les dé la oportunidad de tomar decisiones.

Saber qué son los valores, el carácter y la inteligencia emocional es una cosa, pero ¿de qué manera los padres pueden ayudar a sus hijos a pasar del pensamiento a la acción?

¿Cómo ayudamos a nuestros hijos a convertir sustantivos como generosidad, amabilidad, consideración, sensibilidad, perdón y compasión en verbos de acción? Los niños no adquieren inteligencia emocional o un buen carácter mediante la memorización de reglas y regulaciones; se olvidarán de la lista de buenas cualidades y virtudes tan pronto como la memoricen. Pero, cuando los niños practiquen lo que han aprendido, los conceptos llegarán a formar parte de ellos. A medida que los valores se internalizan, ser bueno se convierte en parte de la identidad de tu hijo.

Para criar hijos exitosos, los progenitores deben comprender varios conceptos y aplicarlos a su relación con aquellos. Como padres, deben comprender en primer lugar que el respeto es el meollo de la moralidad: respeto por sí mismos, por los demás y por el Creador del universo. Como padre, debes respetar a tus hijos y esperar que te respeten, a cambio. Si quieres criar niños responsables que tengan tus valores, debes tratarlos como a seres humanos.

”Quien no se siente amado tiene muchas dificultades para amarse a sí mismo y, a su vez, tiene dificultades para amar a los demás.”

Nunca te olvides de que las acciones hablan más que las palabras. Los niños observan todo lo que hacen sus padres. Lo archivan, y luego imitan cómo viven los adultos importantes en su vida, lo que hacen y cómo tratan a quienes los rodean. El ejemplo es un maestro muy efectivo. Pero recuerda: ser un ejemplo no significa ser perfecto; significa dejar que tus hijos vean tu compromiso con los ideales morales o con los ideales cristianos. Se trata de ejemplificar la manera en que reaccionan las personas morales cuando se equivocan. Es pedir perdón. Es hablar a tus hijos acerca de tus luchas por vivir de acuerdo con tus creencias. Si eres cristiano y crees en Cristo, es esencial que muestres a tus hijos cómo vivir como Cristo lo hizo cuando anduvo en esta Tierra.

Los padres deben permitir que sus valores se vean y se escuchen. Como afirma el viejo dicho: “No solo debemos practicar lo que predicamos, sino también predicar lo que practicamos”. Los niños necesitan tanto nuestras palabras como nuestras acciones. Para un impacto óptimo, no solo se les debe enseñar los valores, también necesitan conocer las razones y las creencias que los respaldan. Los padres deben guiar, instruir, escuchar y aconsejar. Haz del amor la base sobre la que cons- truyes cada aspecto de tu relación con tu hijo o tus hijos. El Nuevo Testamento manifiesta: “Dios es amor” (1 S. Juan 4:16). Es ese amor de Dios el que reflejamos a nuestros hijos. Los niños necesitan aferrarse y cimentarse en el amor; la clase de amor que Dios nos otorga como amor incondicional; esa clase de amor que no requiere nada a cambio; esa clase de amor que ayuda a nuestros hijos a desarrollar una autoestima positiva, un sentido de valía personal, una fortaleza interior. El amor del que estamos hablando es activo, no pasivo.

En la crianza de los hijos, el amor se expresa en atención concentrada, tiempo, apoyo, conexión, límites y compromiso. Este amor genuino y activo te vincula con tus hijos. Esta clase de amor enseña a los niños a amarse a sí mismos y a los demás. Quien no se siente amado tiene muchas dificultades para amarse a sí mismo y, a su vez, tiene dificultades para amar a los demás. Los niños necesitan saber que son escuchados y que son lo suficientemente importantes como para que les dediquen toda su atención a lo que tienen que decir. Esto hace que se sientan amados.

No hay atajos en la educación de los hijos; ni siquiera para los padres ocupados. La calidad del tiempo no compensa la cantidad mínima necesaria. Las familias saludables estructuran sus horarios, aunque ocupados y agitados, para pasar tiempo juntos comiendo, trabajando y jugando. La conclusión es esta: la educación requiere tiempo.

Los padres deben fomentar una actitud de “Es posible hacerlo”, al alentar a sus hijos a probar cosas nuevas. Debes aprender a celebrar los éxitos y replantear los fracasos como simples intentos que nos enseñan lo que no funciona. Un niño que recibe mucha más alabanza y aprecio que críticas y reproches crecerá con una autoimagen positiva. Los padres que brindan apoyo ayudan a sus hijos a percibirse a sí mismos como personas capaces y competentes, que pueden defender lo que es correcto y que no necesitan la aprobación del grupo a cualquier precio. Los niños que se sienten apoyados son menos susceptibles a la presión negativa de sus compañeros.

Desde luego, el amor y los límites van de la mano. Estos dos factores son los predictores más significativos del tipo de crianza que produce hijos con mayor probabilidad de adquirir los valores de sus padres, y con mayor probabilidad de tener la capacidad de establecer relaciones amables y positivas con los demás. En última instancia, los niños necesitan, sobre todo, saber que no hay nada que puedan decir o hacer que los aleje del círculo de amor de sus padres.

Cuando los padres sientan las bases para un desarrollo positivo y saludable en la vida de sus hijos, entonces los niños tendrán la mejor oportunidad de convertirse en las personas que Dios quiere que sean. Su hijo podrá tomar decisiones acertadas cuando se enfrente con decisiones difíciles; no se dejará influir fácilmente por las opiniones de los demás. No solo encontrará que un carácter fuerte, junto con la inteligencia emocional, lo beneficia personalmente; también será un beneficio para la familia, la iglesia y la so- ciedad en general, ya que se le ha brindado los elementos esenciales para vivir una vida saludable.

Este es un artículo del libro: Esperanza para la Familia “El camino para un final feliz” al cual puedes acceder por completo a través del link.