Pareja en un picnik

El cielo nublado solo hacía recordar el color de la “panza” del burro en la sombra. Las nubes grises solo eran mensajeras de melancolía. No había “emoji” en el teléfono que pudiera representar el estado de ánimo que llenaba su corazón. El levantarse, orar y leer su Biblia, asearse, desayunar, salir a cumplir su agenda, solo una rutina sin fin.

Hasta que ella se sentó delante de él. Tenía unos ojos preciosos, que demandaban atención. Una sonrisa maravillosa, capaz de venderle un helado a un oso polar. Esa sonrisa enmarcada en un rostro perfecto.

Él sintió que su sistema nervioso límbico había tomado el pleno control de su estructura biológica. Sintió cómo que un extraño calor lo abrazaba desde el rostro hasta la última parte de su cuerpo de la que hasta ese momento no había sido consciente que estaba allí.

Abrió los ojos grandes, y por unos segundos solo se detuvo en esa imagen angelical. Luego de unos momentos retomó la compostura. Conversó con ella. Ella se dio cuenta de todo, como digna representante de su género, y… se sintió alagada.

En ese momento, la rutina se rompió; su torrente sanguíneo recibió las endorfinas, feniletilaminas, catecolaminas, dopaminas y todas las “inas” por el impacto tan agradable que representó la visión de ella. El cielo era del más hermoso gris, la rutina era ahora una novedad, su ánimo se puso a tope. Era el hombre más feliz del mundo en ese momento. La trató con gentileza y luego de preguntarle su nombre, lo mencionó con la voz más agradable, grave y cortés que podía.

Conversaron lo que en ese momento era oportuno, pero él sabía que quien no arriesga, muchas veces, no gana. La invitó a seguir conversando luego, y ella… aceptó. Desarrolló la agenda del día y todo era nuevo, una “vieja, nueva” rutina.

Al rayar la noche en aquel “nuevo día”, su corazón latía de manera vigorosa, infundiendo nueva vitalidad aun cuando la agenda había sido recargada. Ella apareció, y de pronto todo se aclaró. Él había escuchado en la radio Nuevo Tiempo, en el programa “Noviazgo sin límites”, que toda dama ama reír. Así que fue el hombre más agradable. Ella pasó una velada feliz. Sonrió, rio. Pactaron una segunda cita, y fueron muchas más.

Él decidió hacer cambios en sus hábitos. Ella decidió mejorar algunas de sus prácticas personales, para ser cada vez más agradables uno con el otro.

Esta amistad creció. Luego de seis meses de salir como amigos, se dieron cuenta que tenían muchos puntos de afinidad. Las afinidades eran mayores a los puntos de diferencia. La amistad creció con solidez y el fruto cayó de maduro. Él era conocido por su familia, y aprendió a valorarla y quererla, y lo mejor de todo fue que las actitudes eran recíprocas. Él hizo lo posible por ser una persona agradable para sus padres y hermanos. Los padres de él, llegaron a quererla también.

Ya era verano, el sol calentaba todo alrededor. Ella se dirigió al lugar pactado para la cita. El restaurant brindaba una vista preciosa de la playa. Él había elegido el lugar adecuado. Todo estaba listo. Ella llegó. Su presencia era todo lo que el necesitaba. Un mozo la recibió con amabilidad y la condujo a su silla. Ella esperó, y luego de unos minutos, el mismo mozo le alcanzó una tarjeta. Al leer las palabras escritas, ella con tristeza se puso en pie sin esperanzas. Tomó su bolso y salió. Él no llegaría.

Cerca de la puerta de salida del restaurant, un grupo de músicos se colocaron delante de ella. Los comensales centraron su atención en ella; entonces ella sonrió intuyendo lo que estaba sucediendo. Él apareció en medio de los músicos, y le cantó, y en medio del canto, le dijo: “Quisiera hacerte la mujer más feliz, ¿me darías el privilegio de ser mi novia?”, ella lo miró, con la sonrisa que lo cautivó y le dijo que “sí”.

Un beso, el primer beso entre ellos, selló ese momento. Los comensales aplaudieron el momento, y la nueva pareja de novios pasaron a disfrutar de la cena.

Los meses pasaron. Las sustancias biológicas que los impactó, cesaron, y la relación, debido a que estaba centrada en los puntos de afinidad, se hizo más profunda; pidió la mano, y se casaron.

Querido lector y lectora, subrayo las ideas que debes aprender:

1. Cuando aparece la atracción, es bonito, pero no es amor, es atracción.
2. Antes de ser novios, debe haber un tiempo generoso de amistad, un mínimo de 6 meses (sugiero), para conocerse.
3. Una relación sólida se basa en las afinidades (aves del mismo plumaje se juntan)
4. Recuerda que “Polos opuestos se atraen” se aplica a minerales, no tanto a la convivencia humana.
5. La presencia de la persona amada te debe animar a hacer cambios decididos y sostenidos para ser mejores seres humanos.
6. Toda dama ama reír.
7. Todo hombre ama ser admirado.
8. Es clave que los padres participen en la relación poniendo su sello de aceptación. De no haber ello, mejor analizar los porqués y dependiendo de las causas, mejor no seguir con la relación.

Seguimos en el siguiente artículo. Espéralo…

 


Mg. Yván Balabarca es docente de la Facultad de Teología de la Universidad Peruana Unión (UPeU), conductor del programa “Noviazgo sin límites” en la Radio Nuevo Tiempo, investigador en vida familiar y autor del site familiayfeonline.com